lunes, 11 de noviembre de 2013

¿VENEZUELA: HACIA UNA HIPERINFLACIÓN?

El profesor  P. Cagan en  su famoso artículo de 1956 “The Monetary Dynamics of Hyperinflation” fue pionero en el  abordaje del proceso hiperinflacionario, y su trabajo ha servido de guía en la identificación de la mayoría de las hiperinflaciones ocurridas durante el siglo veinte; según este autor la hiperinflación es un fenómeno que se inicia cuando la inflación excede el valor de 50% mensual  y termina en el mes anterior a aquel en que la inflación cae por debajo del 50% y se mantiene así por el período de un año. En un sentido estricto Venezuela se encuentra muy lejos de esta cota, de hecho el mayor nivel de inflación mensual durante los últimos dos años ha sido de 6.1% y ocurrió en Mayo de este año, de allí que debamos descartar -según esta definición- el que Venezuela este en la actualidad en medio de un proceso hiperinflacionario[1]; más aún ni siquiera se nos podría catalogar de una nación con una muy alta inflación, la cual tiene lugar cuando los países alcanzan una inflación anual del 100% o más. Con una inflación que muy probablemente termine  alrededor del 60% este año, Venezuela sería clasificada de un país de alta inflación. Y si bien es posible descartar el estar transitando un proceso hiperinflacionario , no es descartable el que se estén dando en Venezuela actualmente las condiciones para el desarrollo de un proceso hiperinflacionario en el mediano plazo.

En la década de los ochenta del siglo pasado cuatro países latinoamericanos fueron azotados por el fenómeno de la hiperinflación, a saber: Argentina, Brasil, Bolivia y Perú; las experiencias que atravesaron estas naciones  proporcionaron a la profesión económica un enorme caudal de conocimientos, acerca del efecto negativo que tiene sobre la sociedad el crecimiento explosivo de la inflación, en todos estos países los desequilibrios en lo económico, lo político y lo social fueron profundos, siendo dificultoso aún en la actualidad el poder establecer en qué medida la combinación de estos diferentes factores pudieron haber contribuido al estallido hiperinflacionario, sin embargo hay un denominador común que tanto la teoría como la evidencia empírica[2]  obtenida de estas experiencias, parecen sugerir como uno de los principales disparadores de un episodio hiperinflacionario: la existencia de un persistente y creciente déficit presupuestario financiado monetariamente.  El financiamiento monetario del déficit ocurre cuando el gobierno toma prestado del Banco Central, es decir, cuando el gobierno paga sus obligaciones  imprimiendo dinero.

La forma no inflacionaria de financiar el déficit presupuestario suele ser a través del endeudamiento externo o interno, el primero de estos suele desaparecer cuando los acreedores externos determinan que la probabilidad de incumplimiento comienza a ser elevada ante el crecimiento de la deuda y la persistencia de inestabilidad en lo macroeconómico; en el caso Venezolano -en números- no se evidencia una fuerte dependencia del endeudamiento externo, obsérvese que durante el período del boom de los precios del petróleo 2005 – 2008 la deuda externa pública bruta del gobierno central disminuyó en promedio a razón del 1.4% interanual, mientras que para el período 2009 – 2012 esta creció a razón del 8.9% interanual. Una de las razones por las cuales el gobierno no ha recurrido con fuerza al endeudamiento externo, estriba en que los mercados mundiales le exigen tasas de interés elevadas para las emisiones de deuda, dada la percepción de riesgo que se tiene en lo económico acerca del país, derivada de la falta de organicidad de las políticas económicas; se trata de un país con una inflación anualizada del 54% a Octubre 2013, con restricciones severas a los movimientos de capitales, con un ejecutivo enfrentando una enorme carga de pasivos, con indefinición en cuanto al respeto por la propiedad privada, y lo más importante con muy escaza productividad interna, que es finalmente lo que determina la capacidad de honrar compromisos por parte de un país, todo esto compromete la viabilidad del endeudamiento externo. De hecho, hace muy poco el gobierno tuvo un enorme revés cuando acudió a China por recursos externos.

 En cuanto al endeudamiento interno este debería ser un mecanismo para permitirle al gobierno ganar tiempo mientras decide que políticas seguir en cuanto al déficit, si aumentar impuestos o reducir gastos, cuando se lo utiliza de manera sistemática como medio de financiamiento se convierte en un mecanismo que desplaza inflación presente por inflación futura, ya que financiarse a través de bonos conlleva el pago de intereses los cuales pasan a ser parte del presupuesto y terminaran abultándolo a lo largo del tiempo, dependiendo de la intensidad con que se recurra a este tipo de endeudamiento; nótese que durante el período 2005 -2008 de enormes ingresos petroleros el endeudamiento interno del gobierno central decreció a una tasa media interanual de 3.3%, mientras que para el período 2009 – 2012 este creció a una tasa media interanual del orden del 68.7%, lo que deja ver la fuerte dependencia del endeudamiento doméstico como medio de financiamiento del déficit presupuestario. 

Por ejemplo cuando PDVSA emite pagares para financiar la compra de bienes y servicios y el Banco Central compra estos pagares, dado que PDVSA es una empresa del estado, implícitamente el gobierno está financiando monetariamente su déficit presupuestario imprimiendo dinero. A esta ganancia en poder de compra -en términos reales- que obtiene el gobierno por imprimir dinero se le denomina Señoriaje[3]  y el siguiente gráfico muestra su evolución en el tiempo, así como la del déficit del sector público consolidado restringido[4]  durante el período 2005 – 2012:

Fuente: BCV y Cálculo Propio.

Obsérvese como durante el sub período 2006 – 2008 en que tuvo lugar el boom de los precios del petróleo, el señoriaje disminuyo y el déficit del sector público consolidado se mantuvo estable alrededor del 3% del PIB, mientras que para el sub período 2009 – 2012 se observa un déficit recurrente y creciente y en línea con esto, el señoriaje pasa de 8.4% del PIB en 2010 a 17.5% del PIB en 2012; es interesante destacar que previo a los estallidos hiperinflacionarios ocurridos en Argentina, Brasil, Bolivia y Perú, estos países exhibieron un señoriaje medio anual del orden del 12% del PIB, y para el caso Venezolano este promedió para el sub período 2010 – 2012 un 12.5%. Este financiamiento monetario del déficit y los excedentes monetarios que trae consigo: (i) desatan presiones inflacionarias en un sector real con poca capacidad de respuesta productiva, dada la débil demanda de inversión por parte del sector privado, (ii) impone presiones de demanda sobre el mercado paralelo y (iii) acelera la pérdida de reservas internacionales a través de la cuenta corriente.

El trabajo del profesor P. Cagan es valioso por establecer en firme la conexión entre déficit presupuestario persistente y creciente, el financiamiento monetario del mismo  y el consecuente  desarrollo de una hiperinflación. El gráfico anterior muestra un déficit persistente para el período 2009 – 2012 con un crecimiento estimado del 15% del PIB para 2012, por ende, de mantenerse esta tendencia y los desequilibrios macroeconómicos que la impulsan -según el trabajo de P. Cagan- estamos en evidente peligro de sucumbir a un estallido hiperinflacionario en los próximos dos años, riesgo que se incrementa si el gobierno recurre de nuevo a una devaluación con fines recaudatorios el próximo año. Ahora bien, ¿existe en la actualidad algún indicio de que el gobierno ralentizará el financiamiento monetario del gasto? No pareciera, el ejecutivo tiene la pesada carga de empresas estatales que sólo arrojan pérdidas y tiene que seguir financiándolas y satisfaciendo los incrementos salariales que sus trabajadores exigen, tiene que seguir subsidiando el precio de los bienes públicos -electricidad, transporte público, gasolina, telefonía, etc.-, posee un gasto social enorme que en muchos casos no logra los objetivos, dado que no existen mecanismos de monitoreo que permitan evaluar la efectividad de los programas, una recaudación tributaria que en términos reales está cayendo dado el elevado nivel de inflación, y una factura petrolera que no aumenta y es insuficiente en bolívares para un estado que cada día más asume para sí, actividades que en su momento pertenecieron al sector privado.

En la actualidad los países latinoamericanos pasaron la prueba de la inflación, la prueba de la organicidad en lo macroeconómico y sería terrible que Venezuela, un país que impulso muchos de los cambios en lo político ocurridos en la última década en las regiones del sur, un país dotado de inmensos recursos, terminase siendo devastado por un episodio hiperinflacionario, hoy en día conocemos mucho acerca de las consecuencias sociales de este tipo de fenómeno, y es la sociedad Venezolana en conjunto la que tiene el deber de evitarlo.

 [1] Según la definición clásica de P. Cagan.
 [2]Ver Jeffrey D. Sachs, Developing Country Debt and Economic Performance, National Bureau of Economic Research, vol. 2, 1990.
[3]Este se calcula como la variación de la base monetaria entre el PIB nominal.
[4]Está conformado por: Gobierno central, Pdvsa, muestra de empresas públicas no financieras, Ivss y Fogade.

 
/*